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Briseida. Capítulo I
Era espectacular. Llevaba ya un buen rato subida en el eolovector, y aun así no podía dejar de mirarlo. Su diseño la fascinaba, como todas las invenciones de los áureos. A sus ojos, aquel artefacto parecía un gigantesco cajón suspendido en el aire, ascendiendo lentamente desde Villagris hasta Helios, transportando a los trabajadores gríseos dos veces al día Se inclinó hacia la ventana. Las casas de su aldea se habían vuelto diminutas, como manchas en un tapiz que poco a poco se deshilachaba. El vértigo la atravesó de golpe y, por un instante, pensó que el mundo entero podía desdibujarse allí abajo y desaparecer bajo las nubes. Contuvo el aliento,…